11/13/2006


Somos la familia Barrientos Riojas, con 3 hijos: 2 mujeres y un hombre. Mi esposo tenía 41 años de edad. Hace 7 meses trabajaba como mecánico para General de Hulla, pero anteriormente trabajó seis meses con IMMSA, es decir, era sindicalizado, pero decidió renunciar y trabajar con el contratista porque el sueldo que ganaba era muy bajo.
La mayoría de los días, saliendo de la mina, se daba tempo de ir a la labor, que era su mayor distracción. A menudo lo acompañaba para ir a ver las cabras que estaba criando con su mamá y el sorgo y maíz de temporal, cuando había buen tiempo. A él le gustaba mucho ir allá incluso los domingos, que era cuando descansaba, en algunas ocasiones nos acompañaban su mamá y sus hermanos y convivíamos todos. Pasábamos momentos muy felices.
El último sábado de su vida se pasó la mayor parte del día ahí, ya que andaba poniendo una cerca, porque le preocupaba mucho que todo estuviera en orden. Ahora casi no voy a la labor, la cuida un tío de mi esposo. Para mi es muy doloroso y me trae muchos recuerdos. Mi hijo, su tío y un sobrino siguen cercando la labor, como deseaba mi esposo, pero siento que mi corazón también tiene un cerco de dolor en estos 8 meses. Yo quisiera que se me entregara algo de él, darle sepultura y poder recordarlo en la labor como éramos antes, felices, como a él le gustaba.

















El nombre de mi marido es Gil Rico Montelongo. Como su esposa puedo decir mil cosas, para describirlo no me alcanzaría todo el día, pero lo más bonito de aquellos momentos en que estaba con nosotros es que él siempre se supo organizar, cosa que yo nunca he podido. El distribuía su tiempo y siempre decía “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” y “no digas no puedo si ni siquiera lo intentas”. De la empresa no tengo nada que agradecer, al contrario, como mujer y esposa de el, me ha destruido y a mis hijos igual, porque no sólo nos hace falta un padre y esposo, sino un apoyo, amigo, compañero y un muy fiel amante. Lo único que yo le pido a Dios es que me de valor y fuerza para aceptar lo que en su tiempo tenga preparado para mi y mi familia, porque yo aún no puedo asimilar su muerte, no nos han dado el cuerpo, ni respuesta y cada día que pasa se me hace eterno.
A el le gustaba montar y que mis hijos y yo lo acompañáramos donde el andaba, en cada cabalgata que se organizaba y en el rancho de mi suegro, a veces para montar a caballo y otras para trabajar, pero lo que más le gustaba era la monta de caballos, vacas y toros. A veces no jugaba con mi hijo porque dedicaba su tiempo a hacer cosas que me faltaban para la casa, pero siempre les daba permiso para jugar con sus amigos y vecinos, aunque decía que primero estaba el estudio, que si el hubiera podido estudiar no sería minero y que no quería que sus hijos siguieran el mismo camino. El estudió hasta 3ro. de secundaria. Tengo 3 hijos, el mayor de 15, el segundo de 13 y el más pequeño de 10 años, así que son de bachillerato, secundaria y primaria, sus nombres son: Gil, Guadalupe Agustín y Pablo Rico Castillo. El anhelo de mi esposo siempre fue verlos crecer y que se casaran. YO ME ENCARGARÉ DE QUE SE CUMPLA.


Las familias de Pasta de Conchos agradecemos la visita de las comunidades de Acuña, Piedras Negras, Nava, Allende y la Región Carbonífera, para traernos apoyo moral, esperanza y oración. Asimismo, solicitamos a toda la familia minera y a la comunidad en general que unan a nosotros sus voces para exigir que nunca más se vuelvan a dar las condiciones de inseguridad y negligencia que ocasionaron esta tragedia.
QUE NUNCA VUELVA A SUCEDER.